Protohistoria
DIFERENCIACION
DE LAS ESPECIES: ESLABONES PERDIDOS
WILLIAM Q. JUDGE -
Capítulo extraido del libro The Ocean of Theosophy
Entre la Ciencia y la Teosofía
existe un enorme abismo, hasta el presente sin conexión,
con respecto al origen del hombre y la diferenciación
de las especies. Los instructores religiosos de Occidente
ofrecen sobre esta materia una teoría, dogmáticamente
afianzada por una presunta revelación que resulta tan
inaccesible como la teoría que proponen los hombres
de ciencia. Sin embargo, los religiosos se encuentran más
cercanos a la verdad que los científicos. Bajo la superstición
religiosa sobre Adán y Eva, se oculta la verdad; y,
en las narraciones de Caín, Set y Noé, se halla
vagamente bosquejada la verdadera historia de otras razas
humanas, no siendo Adán más que el representante
de una raza. El pueblo que dio a Caín la bienvenida
y le proporcionó una esposa, era una de esas razas
humanas que habían aparecido simultáneamente
con la raza que encabezaba Adán.
El origen o comienzo del hombre no puede ser descubierto,
aún supiéramos cuándo aparecieron los
hombres sobre este globo y de dónde vinieron. El hombre
jamás ha dejado de ser. Si no en este globo, entonces
en algún otro, el hombre siempre existió, y
por siempre existirá en alguna parte del Cosmos. Por
siempre perfeccionándose y esforzándose en alcanzar
la imagen del Hombre Celeste, el ser humano se mantiene en
un eterno proceso de desarrollo. Pero como la mente humana
no puede regresar a descubrir comienzo alguno, empezaremos
pues con este globo terrestre. Sobre esta tierra y sobre toda
la cadena de globos, de la cual la tierra es parte, siete
razas de hombres aparecieron simultáneamente procedentes
de otros globos de una cadena planetaria más antigua.
Y con respecto a esta tierra (el cuarto globo de esta cadena)
estas siete razas llegaron simultáneamente desde otro
globo de esta misma cadena. Esta aparición simultánea
de siete razas toma lugar en la primera ronda de los globos
y en una parte de la segunda. En la segunda ronda, los siete
conglomerados de seres son amalgamados, siendo su destino
después de ese proceso el de diferenciarse lentamente
durante las subsiguientes rondas, hasta que en la séptima
ronda las siete primeras grandes razas surgirán otra
vez distintas y con prototipos tan perfectos de la raza humana
como ese período de evolución lo permita. Las
siete razas están en la actualidad entremezcladas,
y representantes de todas ellas se encuentran presentes en
muchas de las supuestas razas humanas que clasifica la ciencia
moderna. El propósito de esta amalgamación y
subsiguiente diferenciación, es el dar a cada raza
el beneficio del progreso y del poder del todo, derivado del
progreso anteriormente alcanzado en otros planetas y otros
sistemas. Pues la Naturaleza nunca hace su labor en forma
precipitada o desordenada, sino que por el seguro método
de mezcla, precipitación y separación, logra
la perfección máxima. Este método fue
conocido por los Alquimistas, aunque nunca enteramente comprendido
en todos sus sentidos ni aún por ellos mismos.
Por lo tanto, el hombre no surgió de una sola pareja,
ni tampoco fue generado por una tribu o familia de monos.
Todo esfuerzo que se haga para determinar la solución
de este asunto es inútil, ya se haga por mediación
de la religión o de la ciencia; pues la ciencia se
encuentra confundida según ella misma lo admite, y
la religión se halla enmarañada con una revelación
que según sus propios textos contradice la teoría
dada por los sacerdotes. Adán es aceptado como el primer
hombre, pero la crónica dentro de la cual esta historieta
se encuentra relatada, da clara muestra de que otras razas
de hombres deben haber existido sobre la tierra antes que
Caín pudiera haber fundado toda una ciudad. La Biblia
misma, pues, no sostiene la teoría de la pareja única
original. Si nosotros examináramos una de las hipótesis
de la Ciencia y admitiéramos por el momento que el
hombre y el mono tuvieron su origen en un progenitor común,
entonces tendríamos que preguntar de dónde surgió
el primer progenitor. El primer postulado de la Logia sobre
este tema, es que siete razas de hombres aparecieron simultáneamente
sobre la tierra y la primera suposición negativa es
que el hombre no emergió de una simple pareja, ni tampoco
del reino animal.
Las variedades de carácter y de capacidad que subsiguientemente
aparecen en la historia del hombre, son el efecto que va surgiendo
de las variaciones que van siendo inducidas en los Egos durante
el curso de otros largos períodos de evolución,
en otras cadenas de globos. Estas variaciones fueron tan profundamente
estampadas en los Egos, que equivalen ya a ser características
inherentes. En cuanto a las razas de este globo, su período
de evolución anterior transcurrió en la cadena
de globos de la cual nuestro satélite lunar es el representante
visible.
El problemático asunto de los monos antropoides con
relación al hombre, es solucionado por los Maestros
de Sabiduría, quienes nos dicen que, éstos,
en vez de ser nuestros progenitores, fueron producidos en
realidad por el hombre mismo. En uno de los tempranos períodos
del globo, los hombres de esa época engendraron los
antropoides en hembras del reino animal, y en estos cuerpos
quedaron atrapados un cierto número de Egos destinados
un día a ser hombres. El actual remanente de los descendientes
del verdadero antropoide, son los descendientes de aquellos
ilegítimos hijos del hombre, los cuales se extinguirán
gradualmente y sus Egos encarnarán en cuerpos humanos.
Esos cuerpos, mitad antropoide y mitad humano, no pueden estar
animados por Egos de naturaleza puramente animal, y por esa
razón son conocidos en la Doctrina Secreta como la
"Raza Retardada", el único grupo no incluido
en el fíat de la Naturaleza, con respecto a que no
serán admitidos más Egos de los reinos inferiores
en el reino humano, hasta el advenimiento del próximo
Manvántara. Pero para todos los reinos inferiores al
del hombre, con la única excepción de los antropoides,
la puerta de entrada a la condición humana está
ahora cerrada, y los Egos incorporados en las formas inferiores
tendrán todos que esperar su turno en el subsiguiente
gran Ciclo. Y como los Egos retardados de la familia antropoide
emergerán más adelante dentro del escenario
humano, esos Egos serán entonces recompensados por
tan extensa y angustiosa espera dentro de esa raza degradada.
Todos los demás monos son el producto del proceso evolutivo
en el sentido ordinario.
Sobre este tema no puedo hacer más que citar las palabras
de uno de los Maestros de Sabiduría, que explica la
antropología esotérica de la Doctrina Secreta:
La semejanza anatómica entre el hombre y el mono superior,
que los Darwinistas citan con tanta frecuencia como evidencia
de un ancestro común a ambos, presenta un problema
interesante, cuya debida solución hay que buscar en
la explicación esotérica del génesis
de los troncos pitecoids. Nosotros lo hemos expuesto hasta
el punto que era útil, al declarar que la bestialidad
de razas primitivas sin - mente trajo la procreación
de enormes monstruos humanoides, el fruto carnal de la unión
de padres humanos y animales. A medida que transcurría
el tiempo y esas formas aún semi-astrales se consolidaban
físicamente, los descendientes de esas criaturas monstruosas
fueron modificados por condiciones externas, hasta que la
especie, disminuyendo en tamaño, culminó en
los monos inferiores del período Mioceno. Y fue con
éstos que los últimos Atlantes repitieron de
nuevo el mismo pecado de los "Sin-mente", pero esta
vez con plena responsabilidad de acción. El resultado
de su crimen fueron las especies ahora conocidas como Antropoides...
Recordemos aquí la enseñanza esotérica,
la cual nos dice que el hombre tenía durante la Tercera
Ronda una forma gigantesca, semejante al mono, sobre el plano
astral; y similarmente al concluir la Tercera Raza de la actual
ronda. Esto explica el aspecto humano de los antropoides,
especialmente de los más tardíos, aparte del
hecho de que éstos últimos conservaron por herencia
un parecido con sus progenitores Atlante-Lemurianos.
Aún más; los mismos Maestros aseveran que los
mamíferos fueron producidos durante la cuarta ronda
y son subsiguientes a la aparición de la raza humana.
Por esta razón no hubo barrera biológica contra
tal forma de fertilidad, porque los tipos-raíces de
tales mamíferos no estaban lo bastante distantes como
para que surgiera tal barrera. La unión antinatural
de parte de la tercera raza, cuando el hombre no poseía
todavía la luz de Manas, no fue un crimen contra la
Naturaleza, puesto que no habiendo mente presente, salvo en
forma germinal, no podía haber responsabilidad. Pero
en la cuarta ronda, estando la luz de Manas presente, la renovación
de tal acto de parte de la nueva raza fue un crimen, porque
fue hecho con pleno conocimiento de sus consecuencias y contra
los dictados de la conciencia. El efecto Kármico de
esto, incluyendo, como lo hace, a todas las razas humanas,
tiene todavía que llegar a ser sentido plenamente y
comprendido - en un lejano día que está aún
por venir.
Así como el hombre vino a este globo desde otro planeta
siendo todavía un ser de inmenso poderío y antes
de haber sido completamente sumergido en la materia, igualmente
vinieron los reinos inferiores desde otros planetas, en germen
y tipo, a llevar a cabo su evolución paso a paso hacia
adelante con la ayuda del hombre, quien, en todos los períodos
de manifestación se encuentra al frente de la oleada
de vida. Los Egos en estos reinos inferiores no pudieron terminar
su evolución antes de que la precedente cadena de globos
llegara a su disolución, y habiendo venido a continuarla
aquí, avanzan de edad en edad acercándose gradualmente
más y más a la condición humana. Un día
ellos también se convertirán en hombres que
se aprestarán como vanguardia y guía de otros
reinos inferiores, en éste u otro globo. Y en tales
arribos desde otros planetas, siempre han de ser traídos
junto con la más alta clase de seres algunas formas
de vida animal, así como frutas y otros productos,
que a manera de modelos o prototipos han de ser usados aquí.
No sería práctico entrar aquí en detalles,
pues siendo demasiado avanzado para el entendimiento de nuestra
época, sólo se consideraría ridículo
de parte de algunos, y puras estupideces de parte de otros.
Pero siendo así traídas las formas generales
de los varios reinos, hemos de considerar cómo se inició
la diferenciación del animal y otras especies inferiores,
y cómo fue proyectada.
Este es el punto en que la ayuda e interferencia inteligentes
de una mente o masa de mentes es absolutamente necesaria.
Tal ayuda e interferencia fue y sigue siendo un hecho, pues
la Naturaleza sin ayuda y guía no puede hacer una labor
perfecta. Y con esto no quiero decir que Dios o ángel
interfiera o ayude. Es el Hombre quien así lo hace.
No el hombre de hoy, débil e ignorante como es, sino
grandes almas; elevadísimos y santos hombres de inmenso
poder, conocimiento y sabiduría. Tal como cada quien
sabe hoy que podría llegar a ser, si no fuera porque
la religión por un lado y la ciencia por el otro, han
pintado tal cuadro acerca de nuestras debilidades, maldad
intrínseca y origen puramente material, que prácticamente
todos los hombres piensan que son sólo títeres
de Dios o de un destino infame, a la vista tanto de aquí
como del más allá. Varios nombres les han sido
dados a estos grandes seres ahora apartados de nuestro plano.
Ellos son los Dhyanis, los Creadores, los Guías, los
Grandes Espíritus, así como otros títulos.
En la literatura teosófica se les llama Dhyanis.
Por métodos que les son conocidos a ellos y a la Gran
Logia, ellos obran sobre las formas que fueron traídas
de otros globos y, añadiendo aquí, quintando
allá y a menudo alterando, gradualmente transforman
por alteración y adición los reinos naturales,
así como el gradualmente formado cuerpo bruto del hombre.
Este proceso es llevado a cabo principalmente en el período
puramente astral y que precede al estado físico bruto,
ya que los impulsos así dados de seguro se proyectarán
adelante en períodos subsiguientes. Cuando el punto
medio de la evolución se alcanza, las especies emergen
en la escena presente sin mostrar ninguna conexión
a la vista del hombre ni a nuestros instrumentos. Las investigaciones
del día han rastreado ciertas especies hasta un punto
en que, como ha sido confesado, no se conoce a qué
raíz se remontan. Tomando el buey por un lado y el
caballo por el otro, notamos que ambos tienen pezuñas,
pero uno tiene una pezuña dividida y el otro un solo
casco. Cuando alcanzamos el ancestro de cada uno, nos hacen
remontar hasta un punto intermedio, y allí la Ciencia
termina. Es en este punto en que la sabiduría de los
Maestros viene para mostrarnos que tras de esto está
la región astral de la antiquísima evolución
, donde yacieron los tipos-raíces sobre los cuales
los Dhyanis iniciaron la evolución por alteración
y adición, y que resultó en la subsiguiente
diferenciación, en este plano bruto, dentro de las
varias familias, especies, y géneros.
Un vasto período de tiempo, cerca de 300,000,000 de
años transcurrió para la tierra y para el hombre,
así como para todos los reinos naturales, dentro de
ese estado astral. Para entonces no había materia bruta
tal como la conocemos ahora. Esto acaeció durante las
primeras rondas, cuando la Naturaleza procedía lentamente
con la obra de ir perfeccionando los tipos en el plano astral,
el cual es materia, aunque de una finísima textura.
Al final de ese período de años comenzó
el proceso de endurecimiento, siendo la forma humana la primera
en solidificarse, y entonces algunos de los prototipos de
las rondas precedentes entraron en el proceso de solidificación,
aunque de hecho pertenecientes a un período anterior
cuando todo era astral. Cuando tales fósiles se descubren,
de inmediato se argumenta que deben pertenecer a aquellas
criaturas que coexistieron con el hombre en su bruto cuerpo
físico.
Y mientras ese argumento es suficientemente válido
a la luz de ciertas teorías científicas, no
deja sin embargo de convertirse únicamente en una presunción
si tan sólo se admite la existencia del período
astral. Entrar en más detalles a este respecto iría
más allá del alcance de esta obra. Podemos tan
sólo restringirnos a decir que ni la abeja ni el trigo
hubieran podido alcanzar su diferenciación original
en esta cadena de globos, sino que deben haber sido producidos
en alguna otra, de la que fueron traídos a ésta.
El porqué de esto, estoy dispuesto a dejarlo por el
momento abierto a conjetura.
Se podría objetar a la teoría completa diciendo
que la Ciencia no ha podido hasta ahora encontrar los eslabones
perdidos entre los tipos-raíces del período
astral y los presentes fósiles de las especies vivientes.
En el año 1893, en Moscú, el profesor Virchow
expresó en una conferencia que el eslabón perdido
permanecía más distante que nunca, más
un sueño que nunca, y que no había mayor evidencia
a mano de que el hombre en verdad desciende de los animales.
Esto es bien cierto, y ninguna clase de eslabón perdido
podrá ser descubierto por la Ciencia bajo los métodos
corrientes de operación. Pues todos ellos existen en
el plano astral y son por tanto invisibles a la vista física.
Estos pueden ser vistos tan sólo por los sentidos astrales
internos, los cuales han de ser primero entrenados para realizar
su labor propiamente, y hasta que la Ciencia admita la existencia
de tales sentidos astrales internos, nunca buscará
la manera de desarrollarlos. En tal caso la Ciencia permanecerá
sin los instrumentos y metodologías necesarios para
descubrir los eslabones astrales que quedaron atrás
dentro del plano astral durante el largo curso de diferenciación.
Los fósiles de que se habló anteriormente podría
decirse que se solidificaron a destiempo, y por tanto constituyen
una excepción a la imposibilidad de localizar algún
eslabón perdido; aún así, éstos
representan callejones sin salida para la Ciencia, ya que
ésta no admite ninguno de los hechos básicos
para su solución.
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