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Laberintos

Herejías y herejes de nuestro tiempo



 

Giordano Bruno, rebelde con causa

por Jordi Jarque

Hace 400 años, el 17 de febrero de 1600, Giordano Bruno ardía en la hoguera. Perseguido por los calvinistas, excomulgado por los protestantes y finalmente condenado por la Santa Inquisición como "herético impenitente, pertinaz, obstinado y expulsado del seno de la Iglesia Católica, fue entregado al brazo secular de la Iglesia para que la condena se cumpliera."

Pero, ¿quién fue Giordano Bruno? ¿Por qué este italiano que nació en Nola (localidad cercana a Nápoles) en 1548 y que ingresó en un convento dominico en 1563, fue repudiado, perseguido y condenado hasta la muerte por algunas de las corrientes religiosas vigentes?

Para unos propició una revolución en el campo científico, para otros fue un gran mago que confeccionó un tratado para conseguir el poder de los demonios, para unos terceros tuvo la osadía de cuestionar la virginidad de la Vírgen María y el carácter divino de Cristo y para unos más fue un propulsor de la libertad de pensamiento.

Ciencia, magia y libertad es una mezcolanza sugestiva e inquietante a la que Bruno añadió unos ingredientes explosivos que activaron la espoleta de la susceptibilidad en los poderes de la época. ¿Qué ingredientes le llevaron a la muerte?

Para algunos astrónomos, Giordano Bruno evitó que la teoría heliocéntrica de Copérnico - según la cual el Sol no es el que gira alrededor de la Tierra, sino que es ésta la que gira alrededor del Sol - cayera en el olvido.

Bruno construyó un puente entre Copérnico y Galileo lo suficientemente sólido como para cambiar toda la concepción científica sobre el Cosmos. Galileo, amigo de Bruno, confirmó entonces con sus observaciones a través del telescopio ( se dice que lo inventó el propio Galileo ) la puerta abierta por Copérnico. Y Galileo también murió condenado por la Inquisición, claro.

Para algunos herméticos, Giordano Bruno recuperó la magia de los sacerdotes egipcios, recogida por Hermes Trimegisto. Para ello elaboró un misterioso libro que lleva por título Los treinta sellos, una de las más enigmáticas obras de Bruno, que tenía como finalidad formar a magos a través de un reconocimiento virtual por el Cosmos dibujado en unos diagramas. Bruno lo llamó la mnemotecnia mágica.
Para algunos filosófos y políticos, Giordano Bruno fue, sobre todo, un saludable provocador - según unos -, egocéntrico y según otros, un individuo que despreció el poder temporal ejercido por la Iglesia Católica sobre todo al afirmar que Dios ha creado infinitos mundos parecidos a la Tierra, que Cristo hizo milagros sólo aparentemente y que no hay castigo para el pecador. Incluso recomendó lo que llamaba los "amores vulgares", aunque él prefirió centrarse en los "amores heroicos", según sus palabras.

Recién entrado el siglo XXI, algunos investigadores apuntan a que Bruno también sembró la semilla que propició esa desesperante escisión entre ciencia y religión que ha afectado profundamente al desarrollo de nuestra cultura occidental.


El poder de los demonios

"Los magos tienen por axioma que Dios influye en los dioses, los dioses en los astros, los astros en los demonios, los demonios en los elementos, los elementos en los sentidos, los sentidos en el alma, el alma en el animal entero", afirma Bruno en su obra Sobre magia
Y más adelante prosigue: Para los demonios es más fácil penetrar por los cuerpos e introducir pensamientos. Hasta tal punto taponan nuestros sentidos con ciertas impresiones sensibles, que a veces nos llega a parecer que estamos imaginando por nosotros mismos aquellas cosas que ellos nos sugieren.".

Cuando Bruno utiliza la palabra "demonio" se está refiriendo a una categoría de espíritus que podían ser tanto seres malignos como benignos, pues para los pensadores antiguos "demonio" no tenía porque identificarse con el diablo, sino que era el diminutivo de daimon. Así no es de extrañar que Bruno resalte la importancia que tiene para el mago el conocer exactamente toda clase de demonios y cómo operan, pues según afirmaba, el trato con estos seres despierta en el mago la capacidad de ver más allá.

El demonio se compromete ante el mago a hacerle entrega de sus poderes y facultades. Para Giordano Bruno, a través de los demonios se consigue una exacta descripción de los mecanismos que se desencadenan en la Naturaleza y, por extensión, en todo el Universo.

Sin embargo, todo este conocimiento herético no era suficiente. No bastaba con identificar demonios y darles nombre. El mago precisaba conocer el arte de vincularlos. Y el gran vinculador, dice Bruno, es el amor. Sin amor, la magia no es operativa.


Erotismo y mística

He ahí una de las claves que tanto incomoda a los sectores más ortodoxos: el erotismo al servicio del conocimiento. Y más aun cuando quien afirma esto es un sacerdote, como en el caso de Giordano Bruno, ordenado en 1572. Para Bruno, sin erotismo no hay conocimiento sobre la Naturaleza

Es más, sin sumergirse en una relación erótica, no hay transformación personal. El mago consigue transformarse a través de las dos Venus, en referencia tanto al amor cortesano como al divino. En este aspecto, Giordano Bruno se inspira en Cornelio Agrippa, discípulo de Paracelso.

Bruno afirma que el furor del amor apasionado es una experiencia que convierte al alma en divina y heroica, algo parecido a las palabras del discípulo de Paracelso: "El furor amoroso, proveniente de Venus, transforma el espìritu del hombre en una divinidad gracias al ardor amoroso y le convierte en algo completamente semejante a Dios, en una verdadera imágen de Dios"
Son palabras que recuerdan a todas aquellas agrupaciones heréticas que reivindican la femineidad para alcanzar el conocimiento. Grupos que la Iglesia Católica no ha dudado en perseguir y aniquilar, según relata la Historia.

No es de extrañar, pues, que Giordano Bruno acabara en la hoguera. Eso ocurría el 17 de febrero de 1600. Pero, ¿qué dice la Iglesia cuatrocientos años después?

La Iglesia del siglo XXI no sabe qué hacer y como entoda institución, en su seno existen divergencias.

Pese a la opinión contraria del sector más conservador del Colegio Cardenalicio, Juan Pablo II celebró un gran acto de penitencia en Roma por los errores cometidos por los católicos a lo largo del segundo milenio, pero no pidió perdón por el asesinato de Giordano Bruno.
Giordano Bruno estudió las obras de Ramón Llull, Copérnico y Nicolás de Cusa, desde el principio de su entrada en la Orden de los Dominicos y sin duda alguna, fue influenciado por ellos. Sin autorización de los dominicos y una vez ordenado sacerdote, abandonó el convento y viajó por Europa dando clases en distintas universidades. Estuvo en Ginebra, Toulousse, Paría, Londres, Oxford, alterando siempre a las mentes demasiado relajadas.

Su espíritu independiente le produjo enemistades entre las autoridades eclesiásticas, especialmente entre los dominicos, pues los cannis Dei o "perros de Dios" - como se autodenominaban -, eran los encargados de la perpetuación de la pureza de la fe y, en consecuuencia, de la Inquisición.

Si bien todo el mundo parece estar de acuerdo en que Giordano Bruno portaba en sí la semilla de la independencia, en cambio surgen discrepancias cuando se trata de valorar qué pretendía con ella.

Por ejemplo, en algunos medios académicos se apunta que siguió los pasos de Ramón Llull, lo que podría dar una pista de por qué la Inquisición le condenó. No hay que olvidar que Llull intentó conseguir que tanto el islamismo como el cristianismo y el judaísmo convivieran juntos, asunto que el catolicismo no quiso aceptar.

Para algunos investigadores hay un hecho evidente: si no hubiera sido por Bruno, la obra de Copérnico no habría sido ni tan siquiera considerada. El propio Copérnico la mantuvo en secreto durante años. Y cuando se difundió no encontró grandes obstáculos ni produjo conmoción alguna hasta finales del siglo XVI, a pesar de que contradecía implícitamente la visión de la Biblia
La Iglesia Católica toma conciencia del peligro que representaba Giordano Bruno. Este propone una justificación muy especulativa del sistema copernicano que llamó la atención de sus contemporáneos, entre otros, la de Galileo. La teoría copernicana se convirtió entonces en tema de conversación. Incluso los protestantes y calvinistas condenaron la nueva doctrina.
Pero no es ésta la herencia de Bruno, pues en la práctica el sistema propuesto no resultó ser mejor que el de Ptolomeo, ya que las observaciones astronómicas fueron escasas y poco precisas. La cuestión radica en que, para justificar sus sistema, Giordano Bruno siembra la escisión entre la razón científica y la razón religiosa. Y en Occidente, a diferencia de Oriente, se inicia la separación de saberes.

Esta separación tiene una doble consecuencia. Por una parte la Iglesia Católica pierde una importante parcela de poder o control sobre el conocimiento, que ya no estará mediatizado por razones teológicas o dogmas de fe. El catolicismo pierde así el monopolio del saber y de ahí su virulenta reacción hacia Bruno, que parece persistir en pleno siglo XXI
Pero por otra parte, a este nuevo conocimiento también se le despoja de una ética. A partir de entonces, la ciencia evolucionará al margen del ser humano surgiendo una ciencia materialista y positivista, lo que algunos ivnestigadores han dado en calificar "desmoralización de la ciencia" (ciencia sin conciencia). Por eso no les extraña que se fabriquen bombas atómicas, se atente contra el medio ambiente o que en la medicina oficial primen los intereses de los grandes consorcios farmaceúticos antes que los de las propias personas.

Lo sagrado queda huerfano de la ciencia y la ciencia queda huerfana de toda ética y moral. Se produce la falsa separación entre sujeto y objeto, como si el observador no tuviera influencia sobre la naturaleza de lo observado..

Bibliografía

Giordano Bruno y la tradición hermética Frances A. Yates. Ariel, Barcelona 1983.
Medioevo y Renacimiento, Eugenio Garin. Taurus, Madrid 1986.
Mundo, magia, memoria Giordano Bruno. Taurus. Madrid 1982
Mentalidades ocultas y científicas en el Renacimiento. Brian Vickers. Alianza Universidad, Madrid 1990.


 
 
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